¿Vivir en la Luna es una misión imposible?

Por: Manuel Luque Analista
Tomado del diario El Comercio
19 de agosto de 2009

La NASA, en conmemoración de los 40 años de la llegada del hombre a la Luna, envió este año dos sondas, para realizar exploraciones y determinar la existencia de hielo atrapado debajo de la corteza lunar. De descubrirse habría disponibilidad de agua y con ello, por electrólisis, la posibilidad de obtener hidrógeno y oxígeno.
Se crearían atmósferas artificiales en estructuras de burbujas cerradas, que servirían de hábitat al ser humano simulando las condiciones de la Tierra, construcciones reforzadas para resistir condiciones adversas de grandes diferencias térmicas en un día, con entorno sometido a la incidencia del violento viento solar y a radiaciones ultravioleta, alfa y beta intensas. Para movilizarse de un hábitat a otro se usaría ropa espacial refractaria a las radiaciones a modo de blindaje, no se sentiría el peso aparente de esta ropa espacial a causa de la menor gravedad de la Luna (seis veces menor que en la Tierra).
La energía eléctrica se generaría con reactores atómicos por fisión nuclear, también con paneles fotovoltaicos. La energía térmica con concentradores solares, ante la imposibilidad de quemar combustibles por carencia de aire. El día lunar, de aproximadamente 29 días terrestres, afectaría el biorritmo del ser humano. El organismo tendría que adaptarse a 14 ½ días terrestres continuos con luz del sol y a 14 ½ días terrestres continuos sin sol. La larga noche lunar, de casi 15 días terrestres, podría obstaculizar el abastecimiento de energía, debiéndose contar con buen número de baterías que acumulen la energía eléctrica. Son excepciones el polo norte lunar (siempre iluminado por la luz del sol) y el cráter Shackleton (hacia el polo sur lunar, con iluminación casi permanente). Allí se implementarían sistemas de generación eléctrica fotovoltaica permanente para abastecer a los hábitats propuestos.
Las celdas de combustible (“fuel cells”), que emplean hidrógeno y oxígeno obtenidos en la electrólisis del agua, representarían una fuente adicional de generación de energía eléctrica para el transporte en vehículos guiados con motores eléctricos. Para producir alimentos, los largos períodos de oscuridad en la Luna serían superados con invernaderos artificiales climatizados, iluminados, presurizados y dotados de oxígeno. El ser humano tendría que adaptarse a la ingravidez de la Luna. Existiría un debilitamiento gradual del corazón, al no estar forzado a resistir la fuerza de la gravedad, el músculo cardíaco perdería masa y la presión sanguínea bajaría, los latidos se harían más lentos con un corazón con menor trabajo de bombeo, el metabolismo celular sufriría transformaciones.
La bionanotecnología y la bioingeniería aportarían soluciones a ello con la incorporación de nanomáquinas y nanobombas con nanomotores biológicos en las arterias, con biosensores en los órganos para impulsar selectivamente la sangre a cada órgano en función a las necesidades de flujo y presión de sangre en cada uno, facilitando la circulación ante la ingravidez. No podemos descartar la alternativa de generar gravedad artificial. Los generadores gravitatorios podrían crear hábitats con un sistema de rotación que genere una aceleración centrífuga como imitación de la gravedad.
La expresión peyorativa de “vivir en la Luna” podría ser una realidad, gracias a la tecnología y al tesón del ser humano por explorar nuevos horizontes