Diario El Comercio del 06 de diciembre de 2009, suplemento El Dominical.
Por: Martha Meier
“The American way of life is not negotiable” (El estilo de vida americano no es negociable), dijo convencido George Bush padre durante la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, junio 1992), cuando se invocaban acciones concretas contra el cambio climático. Dignísimo padre de su lamentable hijo y al fin y al cabo con una fortuna vinculada al petróleo, Bush papá dejó claro que lo suyo no era preocuparse por reducir el uso de combustibles fósiles.
Cambia, todo cambia
Mañana en Copenhague se reunirán los principales líderes del mundo —representantes de 192 países— justamente para acordar reducciones de las emisiones —especialmente de dióxido de carbono, CO2— generadas por los combustibles fósiles, responsables del calentamiento global. Esto llevará sin duda a notables cambios en el estilo de vida de los terrícolas. “La Conferencia sobre Cambio Climático en Copenhague (COP-15) será el punto de quiebre en la lucha para prevenir el desastre climático”, dice Yvo de Boer, secretario ejecutivo de Naciones Unidas para el tema. Y añade: “La ciencia lo demanda, la economía lo apoya, las futuras generaciones lo requieren”.
De Kyoto a Copenhague
En 1995, la ONU lideró las negociaciones para un convenio climático. El instrumento dio fuerza vinculante a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), suscrita en 1992 en Río de Janeiro. El asunto nuevamente no desveló a la administración de Bush padre. El 11 de diciembre de 1997, finalmente —como era de esperarse sin Estados Unidos—, el planeta adoptó el Protocolo de Kyoto (vigente hasta el 2012 y razón de las negociaciones para un tratado sustitutorio). Ya con los demócratas asentados en la Casa Blanca, el 12 de noviembre de 1998 un sonriente Bill Clinton, en gesto simbólico y fotográfico, suscribió el protocolo (pese a que el Senado ya había rechazado el documento por 95 votos contra 0). En marzo del 2001, el presidente George W. Bush, dignísimo hijo de su lamentable padre, retiró a Estados Unidos del protocolo jamás ratificado por su país. Por coincidencia o mensaje de la Pachamama, el 2001 fue uno de los años más calurosos en muchas décadas.
Con los ojos en Obama
No es de sorprender que los ojos del mundo recaigan hoy sobre el presidente Barack Obama. Estados Unidos junto con China han sido una verdadera piedra en el zapato a lo largo del proceso hacia la COP-15 Copenhague. Dos potencias económicas en el limbo, reacias a establecer compromisos. Nada para estar optimistas. En las últimas semanas ambas naciones han dado señales positivas. Habrá que esperar con los dedos cruzados al 19 de diciembre. Fin de la reunión y ¿comienzo de una nueva era?
El club del co2
Comunidad Europea: Con una población claramente identificada con la causa ambiental y menos dependiente de los combustibles fósiles desde la Segunda Guerra Mundial, por los altos precios. Copenhague es la ciudad del planeta que más usa la bicicleta como transporte, y 20% de la producción energética de Dinamarca procede del viento. Fue Europa la que mantuvo vivo el Protocolo de Kyoto, ratificándolo cuando Estados Unidos lo dejó
Estados Unidos: El congreso perfila —a paso de perezoso— una ley sobre el clima. Muy presionados por los lobbies energéticos. La lógica de Obama es: “No hagamos de lo perfecto enemigo de lo esencial”, con lo que queda claro que cualquier reducción es mejor que ninguna. Todd Stern es el negociador encargado.
China: El mayor emisor de CO2 del planeta. Propone que el 0,7% del PBI anual de las naciones desarrolladas (295 mil millones de dólares) doten de fuentes de energía limpia a los países en vías de desarrollo.
India: Sostiene que sus emisiones per cápita nunca serán tan altas como las de los estadounidenses. No llevan propuestas.
Los de los bosques tropicales:
Son países en vías de desarrollo. No tienen muchas emisiones pero sí mucha quema y tala de bosques, con lo que se pierden importantes sumideros de carbono. El interés es que se reconozca el valor de sus árboles en pie por los servicios ambientales que prestan. ¿Ficha principal? Brasil.
Australia: el mayor exportador de carbón mineral del mundo.
Japón: No muestra mucho entusiasmo.
Estados del golfo: Pueden beneficiarse gracias a sus inmensas reservas de gas, energía considerada “semilimpia” y cuyos precios se elevarían.
Por: Martha Meier
“The American way of life is not negotiable” (El estilo de vida americano no es negociable), dijo convencido George Bush padre durante la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, junio 1992), cuando se invocaban acciones concretas contra el cambio climático. Dignísimo padre de su lamentable hijo y al fin y al cabo con una fortuna vinculada al petróleo, Bush papá dejó claro que lo suyo no era preocuparse por reducir el uso de combustibles fósiles.
Cambia, todo cambia
Mañana en Copenhague se reunirán los principales líderes del mundo —representantes de 192 países— justamente para acordar reducciones de las emisiones —especialmente de dióxido de carbono, CO2— generadas por los combustibles fósiles, responsables del calentamiento global. Esto llevará sin duda a notables cambios en el estilo de vida de los terrícolas. “La Conferencia sobre Cambio Climático en Copenhague (COP-15) será el punto de quiebre en la lucha para prevenir el desastre climático”, dice Yvo de Boer, secretario ejecutivo de Naciones Unidas para el tema. Y añade: “La ciencia lo demanda, la economía lo apoya, las futuras generaciones lo requieren”.
De Kyoto a Copenhague
En 1995, la ONU lideró las negociaciones para un convenio climático. El instrumento dio fuerza vinculante a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), suscrita en 1992 en Río de Janeiro. El asunto nuevamente no desveló a la administración de Bush padre. El 11 de diciembre de 1997, finalmente —como era de esperarse sin Estados Unidos—, el planeta adoptó el Protocolo de Kyoto (vigente hasta el 2012 y razón de las negociaciones para un tratado sustitutorio). Ya con los demócratas asentados en la Casa Blanca, el 12 de noviembre de 1998 un sonriente Bill Clinton, en gesto simbólico y fotográfico, suscribió el protocolo (pese a que el Senado ya había rechazado el documento por 95 votos contra 0). En marzo del 2001, el presidente George W. Bush, dignísimo hijo de su lamentable padre, retiró a Estados Unidos del protocolo jamás ratificado por su país. Por coincidencia o mensaje de la Pachamama, el 2001 fue uno de los años más calurosos en muchas décadas.
Con los ojos en Obama
No es de sorprender que los ojos del mundo recaigan hoy sobre el presidente Barack Obama. Estados Unidos junto con China han sido una verdadera piedra en el zapato a lo largo del proceso hacia la COP-15 Copenhague. Dos potencias económicas en el limbo, reacias a establecer compromisos. Nada para estar optimistas. En las últimas semanas ambas naciones han dado señales positivas. Habrá que esperar con los dedos cruzados al 19 de diciembre. Fin de la reunión y ¿comienzo de una nueva era?
El club del co2
Comunidad Europea: Con una población claramente identificada con la causa ambiental y menos dependiente de los combustibles fósiles desde la Segunda Guerra Mundial, por los altos precios. Copenhague es la ciudad del planeta que más usa la bicicleta como transporte, y 20% de la producción energética de Dinamarca procede del viento. Fue Europa la que mantuvo vivo el Protocolo de Kyoto, ratificándolo cuando Estados Unidos lo dejó
Estados Unidos: El congreso perfila —a paso de perezoso— una ley sobre el clima. Muy presionados por los lobbies energéticos. La lógica de Obama es: “No hagamos de lo perfecto enemigo de lo esencial”, con lo que queda claro que cualquier reducción es mejor que ninguna. Todd Stern es el negociador encargado.
China: El mayor emisor de CO2 del planeta. Propone que el 0,7% del PBI anual de las naciones desarrolladas (295 mil millones de dólares) doten de fuentes de energía limpia a los países en vías de desarrollo.
India: Sostiene que sus emisiones per cápita nunca serán tan altas como las de los estadounidenses. No llevan propuestas.
Los de los bosques tropicales:
Son países en vías de desarrollo. No tienen muchas emisiones pero sí mucha quema y tala de bosques, con lo que se pierden importantes sumideros de carbono. El interés es que se reconozca el valor de sus árboles en pie por los servicios ambientales que prestan. ¿Ficha principal? Brasil.
Australia: el mayor exportador de carbón mineral del mundo.
Japón: No muestra mucho entusiasmo.
Estados del golfo: Pueden beneficiarse gracias a sus inmensas reservas de gas, energía considerada “semilimpia” y cuyos precios se elevarían.